Estaba recordando lo mejor de su vida, organizando su pasado, cuando
murió.
Como ya venían cerca, los recuerdos se desorientaron. Los vimos
removerse ávidos, en busca de su dueño.
Todos tratamos de reconocerlos. Fuimos acercando algunos, que se
deformaron según iban acomodándose en nuestro pasado, o en nuestro futuro, o en
intermitentes olvidos.
—Este recuerdo podría ser mío.
Algunos sin embargo, no hallaron identificación, no hallaron refugio:
cuando se perdían entre su propia niebla, creíamos oír llantos lejanísimos.
Entonces supimos lo que es la soledad.
Manuel Mejía Vallejo, Las noches de la vigilia, Editorial EAFIT, Medellín, 2013
Manuel Mejía Vallejo, biografía, acá
Agradezco al escritor y catedrático Guillermo Bustamente Zamudio quien me facilitó el libro
Las noches de la vigilia
Muy interesante. Habra que buscar y leerle.
ResponderEliminarUn saludo